¿Qué es?
Es un proceso BENIGNO pero que se comporta de manera localmente destructiva; algo parecido a una caries, que es “buena” (en el sentido de que no es un cáncer) pero que destruye lo más fuerte que hay en el organismo, que es el diente. En esencia, el colesteatoma infantil es una bolsa de piel rellena de escamas que se han quedado dentro.
El oído está recubierto de piel (por fuera) y de mucosa (por dentro). La piel produce descamación, la cual es “extraída” por los mecanismos naturales de limpieza del oído (a través del conducto auditivo). En el caso del colesteatoma infantil, lo que ocurre es que se introduce piel dentro del oído formando una bolsa, con lo que la descamación que produce no puede salir fuera y queda retenida dentro de la bolsa, formando así la matriz del colesteatoma.
Una vez formado, el colesteatoma crece aprovechándose de las cavidades que hay en el oído medio y en la mastoides (detrás de la oreja), rellenando las cavidades y destruyendo el hueso de sus paredes.

¿Por qué aparece?
En algunos casos pueden ser congénitos (ya presentes al nacer) fruto de malformaciones, pero la gran mayoría se presentan como consecuencia de una infección crónica en el oído que, con el tiempo, acaba desembocando en un colesteatoma. En otros casos, pueden aparecer como consecuencia de haberse introducido piel en el oído debido a accidentes (roturas del tímpano por golpes, bastoncillos) o intervenciones quirúrgica (drenajes, miringoplastias).

¿Dónde aparecen?
Los más frecuentes son los que se localizan en el oído medio (en la caja timpánica) y desde ahí pueden extenderse hacia regiones adyacentes como las celdas mastoideas o incluso salir del oído medio por la Trompa de Eustaquio, aunque también podemos encontrarlos en la porción ósea del conducto auditivo externo (colesteatomas de conducto, mucho más frecuentes en personas mayores) o en la punta del peñasco del hueso temporal (colesteatoma congénitos).

¿ Qué síntomas tiene?
El colesteatoma infantil, en sí, no produce síntomas, aunque algunos pacientes refieren molestias sordas continuadas. Los principales síntomas son consecuencia de la infección de su matriz, de su crecimiento incontrolado o como consecuencia de lo que “rompen” al crecer.
El síntoma más frecuente es la infección crónica del oído con otorrea (salida de pus por el oído) crónica o recidivante, que no cede con tratamientos. Otro síntoma frecuente es la pérdida de audición (transmisiva) debido a que el crecimiento del colesteatoma inmoviliza o rompe la cadena de huesecillos.
En el caso de los síntomas derivados de lo que rompe el crecimiento del colesteatoma (salvo en el caso de los huesecillos de la cadena) estamos frente a lo que consideramos complicaciones del colesteatoma y, en general, revisten una gravedad extra; el oído medio tiene una serie de “vecinos” de los que le separa una cubierta de hueso, que les protege de los procesos del oído medio, como el nervio facial (el que mueve la cara), el laberinto, la cóclea o caracol, y el cerebro. Si el crecimiento del colesteatoma rompe la barrera de hueso que aísla a estas estructuras, una infección del oído puede afectarlas produciendo una parálisis facial, una laberintitis o, incluso, una meningitis.

¿ Cómo se diagnostica?
El primer paso del diagnóstico es la HISTORIA CLINICA, que nos informará de la duración de la infección, de si ha habido otras antes o hay antecedentes de traumatismos o intervenciones en el oído.
El siguiente paso es realizar una OTOSCOPIA, inspección del oído externo y medio, revisando el conducto y el tímpano; en algunos casos, el colesteatoma puede diagnosticarse sólo con este paso; en otros, la entrada de la bolsa de retracción puede ser muy pequeña o estar tapada por una costrita de lo más inocente.

Retracción atical. Se ha roto el hueso y la piel empieza a meterse en el oído. La cavidad aún se limpia bien.

Retracción atical. Se ha roto el hueso y la piel empieza a meterse en el oído. La cavidad aún se limpia bien.

La cavidad ya está llena de matriz y ya no es posible vaciarla por completo.

La cavidad ya está llena de matriz y ya no es posible vaciarla por completo.

La ACUMETRIA es un test que se realiza con diapasones y nos permite saber si hay una hipoacusia transmisiva o neurosensorial, aunque no nos informe de la cantidad de pérdida y en casos de pérdidas leves, puede ser normal.
La AUDIOMETRÍA nos permite medir la pérdida de audición real y la capacidad auditiva del oído interno (en una colesteatoma, la audición real del paciente está limitada, pero la capacidad de audición de ese oído puede ser normal). La prueba consiste en poner al paciente unos auriculares y hacerle escuchar unos pitidos y, tan pronto los oiga, debe comunicarlo al explorador apretando un botón o levantando la mano. El problema es que es una prueba subjetiva (el paciente debe oír e identificar el estímulo y comunicarlo al explorador) y hay factores que distorsionan sus resultados, como pacientes con pitidos que confunden sus pitidos con el estímulo, niños o mayores que no entienden las instrucciones, pacientes que no están en condiciones de colaborar, etc. Esta prueba NO SIEMPRE está alterada ya que, en fases iniciales, el colesteatoma puede no afectar a la cadena de huesecillos o, en etapas muy avanzadas, puede sustituirla, transmitiendo el sonido a través de su matriz.
El TAC (Tomografía Axial Computarizada) es una prueba IMPRESCINDIBLE para confirmar la existencia del colesteatoma infantil, valorar su extensión en el oído y las regiones adyacentes y para localizar posibles puntos de erosión en regiones críticas del oído (cobertura del facial, del laberinto, de la cóclea y del techo del oído, que lo separa de las meninges), ayudando no solo al diagnóstico sino a planificar la cirugía, su extensión y a localizar posibles puntos donde estructuras delicadas pueden no estar protegidas por una cubierta ósea, pudiendo ser lesionadas en el trascurso de la intervención quirúrgica.

¿Cómo se trata?
El tratamiento del colesteatoma infantil es casi siempre quirúrgico, al ser un foco de infecciones de repetición y presentar un crecimiento destructivo; debe extirparse por completo mediante una timpanoplastia, en la que se extrae la bolsa del colesteatoma y se fresa (lija) la superficie de hueso donde estaba para eliminar restos de piel que pueden provocar que vuelva a crecer (lo que ocurre en un 20 a 30% de casos); al tener que eliminarlo por completo, en ocasiones hay que extirpar la cadena de huesecillos total o parcialmente, siendo necesario reconstruirla en otra intervención.
En el caso de que se presente una complicación (parálisis facial, meningitis, laberintitis), la cirugía debe realizarse de urgencia.
Al supurar con frecuencia, los tratamientos antibióticos, tanto orales como locales, son habituales, pero sólo curan la infección, no el colesteatoma.

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